Lo siguiente, es relatado desde la experiencia personal, basado en algunos recuerdos de momentos que han marcado mi vida como mujer, en el tránsito por la partería, cabe decir que este será un recorrido escrito basado especialmente en la violencia obstétrica.
Alrededor de hace 8 años, paralelo al crecimiento de mi segunda hija inicié el camino de servicio a través de la partería, como vocación natural e innata de mi instinto femenino y como complemento a mi trabajo como médico tradicional. En ese trayecto de servicio, diversas experiencias han marcado mis memorias, particularmente, cuando en decisión propia por el temor de una madre primeriza, me pidió que la acompañara en su parto al interior de un hospital, por diversas razones, tuve la oportunidad de ingresar con ella a la sala de parto y ser testigo directo de un momento que marcaría mi vida, al observar la manera forzada en que nació Isabela…
Desde el conocimiento tradicional, sabía a ciencia cierta, que aun faltaban horas de trabajo de parto, su dilatación era mínima y las contracciones se distanciaban en bastante tiempo una de la otra, aun no rompía fuente e intentaba caminar con tranquilidad en una sala atestada de mujeres que de diversas formas manifestaban su dolor, el dolor incomprendido, monótono y rutinario que se vive día a día en el hospital con tantos nacimientos.
Era entonces una tarde calurosa en un pequeño pueblo de la región del Magdalena, un hospital de nivel III en donde solo había una sala de parto, la cual se urgía liberar rápidamente por tanta demanda.
En orden de llegada, eran recibidas las madres a quienes después de dar una rápida observación y constatar que sus signos vitales estuviesen estables, las invitaban a subir a la camilla para romper la fuente, y de esta manera acelerar las contracciones.
La ruptura de fuente es conocida como amniorrexis, lo cual al interior de los centros de salud es practicada de una manera artificial rutinaria, acompañada o no del uso de oxitocina sintética, que, pese a los efectos secundarios de emplearla de esta forma, es uno de los procedimientos mas comunes de obstetricia, que es practicado con el propósito principal de aumentar las contracciones, y, por lo tanto, disminuir la duración del parto.
La oxitocina es una molécula orgánica pequeña que se produce en el sistema nervioso central, especificamente en el hipotalamo, hormona responsable de la sensación y emanación del amor, la cual por ende, se propicia de manera natural en un espacio calido, amoroso y seguro.
A pesar de esta lógica, este espacio no es generado en los centros hospitalarios, por el contrario, el procedimiento de aplicación de oxitocina sintética se lleva a cabo en la mayoría de casos sin consultar a la madre, ya que, por lo general, esta se somete desde la vulnerabilidad, el desconocimiento y la desinformación a los tratamientos comunes médicos.
“Romper la bolsa en el protocolo hospitalario es una manera de correr, ya que parece que acorta el periodo de expulsión. Pero no está exenta de riesgos. La OMS aconseja no romper la bolsa a no ser que haya una detención del proceso (unas cuatro horas de detención) y como primer paso para la estimulación del proceso, antes de poner oxitocina (otras cuatro horas, aproximadamente).”
A pesar de las normas establecidas por la OMS y demas escritos protocolarios, al parecer, la norma hospitalaria indica la premura de correr y agilizar la mayor cantidad de nacimientos en el menor tiempo posible.
Asi se encontrtaba Jenn, como todas las madres, entregadas al “protocolo hospitalario”, en breve, rompieron su fuente y en menos de 15 minutos pese a su desconcierto, la invitaron a entrar afanosamente a la sala de parto.
Ingresamos, en silencio, acompañé cada momento intentando animarla a vivirlo de la manera mas “natural” posible.
Las contracciones no llegaban seguidas, el uso de oxitocina intravenoso se duplicó, y de manera angustiosa se veía forzada a pujar (hacer fuerza de expulsion uterina) donde alrededor 5 mujeres le gritaban “puje mamá, puje”… claramente Isabela ni su madre habían imagiando un parto así, lo habían soñado de una manera tranquila, si, con el dolor natural que implica parir, pero al menos, en un entorno mas humano.
Pasaron tal vez 5 minutos de tension, donde luego de presionar el vientre entre dos enfermeras de manera brusca, decidieron hacer un llamado al médico de cabecera, coordinador del espacio, quien acudió a ser parte del acto de violencia obstetrica.
El “nacimiento” de Isabela fue dado forzadamente con el uso del Fórceps (Instrumento obstétrico en forma de tenazas, que sirve para la extracción fetal), un procedimiento que tal vez por la premura del tiempo resulto complicado y altamente doloroso.
Cabe decir que el uso de fórceps en el parto no está totalmente exento de riesgos, la madre puede tener lesiones del canal de parto (desgarros), mayor perdida de sangre, lesiones urinarias o rectales de incontinencia, que quedaran para mejorar durante el proceso posterior al post parto.
Todo sucedió tan rapido, Jenn estaba aturdida, temerosa y confundida, su liciente fue sentir a Isabela de repente en su pecho del que fue arebatada en un abrir y cerrar de ojos para ser examinada. Apenas estaba entrando en su ser, cuando Jenn fue llevada inmediato a otra sala, yo no pude acompañarla, solo tras la puerta de cristal observaba como la cocían, y entre gritos de dolor se pretendía sellar el desgarro y el daño que habia quedado en ella por el uso del fórceps.
Mientras esto sucedía, rapidamente era ingresada otra mujer a la sala de parto que ya habian limpiado de manera fugaz.
Isabela fue puesta en mis brazos con su primera muda y sin haber mamado aun el seno de su madre, el cual le sería vetado por lo menos por un mes por el uso de antibióticos que tendría que emplear por la pequeña cirugia, consecuencia del desgarro…
Son varios los pequeños detalles que tengo presentes de aquel día, trate de dar animo a Jenn, a su compañero que apenas comprendía lo sucedido y quien prestaba su regazo para el llanto frustrado y maltratado de la madre.
Actos como este, suceden a diario, de manera repetitiva, en donde los sentimientos se han congelado, y las acciones toman su paso entre la monotonía de un trabajo, que podria ser considerado como un trabajo comun, parte de la manera de ganarse la vida.
Lo cierto, es que aun en el presente recuerdo ese momento, y me hace pensar en la manera en que siguen llegando la mayoría de seres al mundo, entre la prisa, el maltrato, la presión y la tensión, sensaciones que parecen acompañar la realidad continua de una sociedad que en masa se va desligando de sus valores naturales.
Me pregunto si tambien la forma de morir, esta sujeta a estas condiciones de forcejeo, y si tambien allí, en ese momento sublime, debemos ser sometidos a irnos aun sin desearlo, considerando que el derecho a la voluntad de existencia de cada persona viene siendo violentado desde el nacimiento.
Te invito a acompañar las dos proximas ediciones, donde deseo compartir otras memorias de violencia obstetrica, no con el animo de generar temor, o contrariedad con los sistemas de salud convencionales, mas con el animo de reflexionar sobre la primicia que es informarnos e informar a quienes nos rodean de los derechos básicos que podemos y debemos exigir, en condiciones tan esenciales como el parto.
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Autora : Xochi Bucuru Botache
Médico tradicional, gestora cultural y comunicadora a través de medios visuales y escritos.
Es proveniente de familia materna indígena, su raíz indio mestiza le ha llevado a cultivar por herencia la medicina tradicional la cual combina con el arte y la espiritualidad, lo que le proporciona un contacto más humano e íntegro con la salud. Desde su juventud la creación narrativa, la composición de cantos medicina y letras sencillas han decorado su vida y le han proporcionado una cercanía a la óptica y la sensibilidad artística.